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La pretendida «homologación europea de títulos” como argumento a favor del Plan Bolonia no se ajusta a la realidad. No existe ningún catálogo europeo de carreras superiores ni unas directrices generales que cada universidad deba seguir para conseguir que sus títulos sean aceptables en el resto de los Estados firmantes.
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El Plan Bolonia se está diseñando y ejecutando de espaldas a la ciudadanía. No se ha pedido opinión a nadie acerca de si está dispuesto a asumir sus inconvenientes o si aprecia sus supuestas ventajas. Las decisiones se toman en ámbitos no democráticos como reuniones ministeriales y foros empresariales. No se plantea ningún proceso de consulta o referéndum.
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El Plan Bolonia pretende que las universidades, que actualmente tienen un valor en sí mismas como garantes de una formación intelectual superior para todos los ciudadanos, pasen a convertirse en espacios de negocio y en herramientas al servicio de los intereses de las grandes empresas, para proseguir el proceso siempre inacabado de la acumulación de beneficios en pocas manos.
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El Plan Bolonia da la bienvenida a que los departamentos universitarios empiecen a depender financieramente de capitales privados, perdiendo su independencia para decidir de forma colegiada sus propias líneas de docencia e investigación.
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El Plan Bolonia abre la puerta a la existencia de universidades de primera, de segunda y de tercera (para formar a jóvenes de según qué poder adquisitivo), así como de “títulos-bolonia” (graduados) y “títulos no-bolonia” (estos de mayor categoría social tales como Médicos, Arquitectos, Odontólogos… entre otros), según la fuerza de los colegios profesionales implicados. La pretendida y teórica homogeneización de títulos vuelve a quedar totalmente desacreditada ante la realidad de los hechos.
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Los masters de pago pasarán a ser una necesidad irrenunciable si se desea “competir” en el nuevo mercado laboral.
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Para conseguir una categoría profesional y retributiva similar a la que tienen los licenciados actuales el estudiante tendrá que pagar más y dedicarle más horas de trabajo.
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El Plan Bolonia pretende convertir a los estudiantes universitarios y sus familias en deudores antes que en titulados, abriendo suculentas perspectivas de ganancia para la Banca.
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Si realmente se quiere potenciar la movilidad de los estudiantes entre los países europeos sólo hay un camino: Invertir más en becas y ayudas directas para que los estudiantes puedan plantearse residir fuera de su ciudad habitual durante un tiempo suficiente.
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Los poderosos (banqueros, rentistas, megaempresarios, gobiernos y medios de comunicación) planificaron el asalto al sistema educativo, y por tanto la mercantilización del derecho al conocimiento, cuando parecía incontestable el éxito del modelo de sociedad capitalista neoliberal y la «dictadura del mercado» saboreaba las mieles de su triunfo. La profunda crisis provocada por este modelo socio-económico dificulta, si no imposibilita, culminar la implementación del proyecto de Universidad planteado en el Plan Bolonia, como ya se está viendo claramente en otros países.
Por todo esto hay razones de sobra para decir NO A BOLONIA.