«Las deudas de los bancos que las paguen los banqueros y sus accionistas». Algo tan sencillo y tan evidente es lo que han dicho los islandeses en el referéndum de ayer. Sus políticos y sus ciudadanos han dado un ejemplo de soberanía democrática y serena firmeza ante el terrorismo financiero que pretendía extorsionarlos. La noticia no tendría nada de sorprendente si no fuera porque todos los demás gobiernos europeos hasta la fecha han hecho justo lo contrario, es decir, entregar maniatado el poder del pueblo, al que se supone que representan, para que los carroñeros amos del capital picoteen su cuerpo con total impunidad.
La cleptocracia neoliberal siempre apela a la internacionalización de los flujos monetarios, a la desregulación y a la ausencia de fronteras financieras. Pero esta receta solo es válida, según ellos, mientras haya beneficios. En el momento que aparecen las pérdidas los capitales negativos deben quedar amarrados a un gobierno y a un país para que puedan cerrarse los grilletes sobre los tobillos y las muñecas de unos ciudadanos concretos y que sean ellos los que cargen con la pesada losa que otros fabricaron y unos pocos disfrutaron. Para ellos las deudas sí deben tener bandera pero los beneficios deben volar obscenamente en busca de las cuevas de los asesinos. ¿Quieren dinero para reembolsar sus inversiones especulativas?, vayan a los paraísos fiscales, abran las cajas fuertes y allí encontrarán una parte de lo que necesitan. Después prueben con las cuentas corrientes personales de los directivos de esas entidades bancarias, algo abrá para ustedes. El resto se perdió como lágrimas en la lluvia por su irresponsable codicia, señores impositores ingleses y holandeses. No esperen caridad de unos honestos trabajadores que nada hemos tenido que ver con sus juegos de monopoly, ha dicho el pueblo.
Este pequeño país llamado Islandia se constituye así en un auténtico faro de la libertad y la dignidad popular frente a una élite criminal exrtremadamente reducida que pretende esclavizarnos, en lo que ya se conoce en todo el mundo como la «solución islandesa». La riqueza, señores banqueros, solo reside en el trabajo humano, en la tierra y en sol. Ustedes son una clase parasitaria que aspira a vivir cómodamente a costa de nosotros. El pueblo ha hablado alto y claro para decir … ¡Basta ya de terrorismo financiero!. Métanse sus fajos de papel pintado donde les quepa porque sin nuestro trabajo ustedes y sus billetes se convierten en basura reciclabe.
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