Son la estampa del quiero y no puedo, alardean de lo que no tienen, intentan aparentar lo que no son, se equivocan una y otra vez, tropezando mil veces con la misma piedra. Arrastran por el suelo su dignidad, se humillan y se postran ante los amos de los mercados implorando su perdón y su confianza. A cambio de esa actitud sumisa y cobarde solo obtienen la burla y el desprecio de esos mismos ante los que se arrodillan. Al final, para rematar la faena, terminan por escupir a la misma mano que los alimenta, que no es otra que la del sufrido contribuyente.
Merkel les dijo NO, dejándoles solos ante el abismo de sus propias mentiras. Ahora tendrán que explicarle al pueblo que la deuda privada de bancos y grandes inmobiliarias, a los que se empeñan en proteger, pasará directamente a las arcas públicas del tesoro, que esa deuda privada seguirá abultando la deuda pública en una sangría absurda y sin fin, y que generará déficit público (ese que tanto dicen combatir), haciendo completamente inútiles todos los recortes y agresiones perpetradas contra los empleados públicos y privados de este país.
Muestran además su impotencia patética, promoviendo reformas imposibles, fruto de un delirio totalitario, que pretenden poner puertas al campo en aspectos tales como la libertad para grabar imágenes en la via pública de los policías que cometen agresiones contra ciudadanos pacíficos o la «modulación» del derecho de manifestación. Como si de un boxeador grogui se tratara lanzan puñetazos al vacío cuando hablan sobre objetivos irrealizables como «españolizar» a ciertas zonas del estado o condicionar la obtención de titulaciones escolares básicas a la superación de exámenes de reválida, en donde los estudiantes demuestren dominio de las «verdades» de su historia, escritas en un catecismo de toros ensangrentados y dictadores bajo palio. Tras 70 años de duro trabajo para la españolización de Euskadi han obtenido un «gran éxito» que se verá confirmado el próximo Domingo. Definitivamente están perdiendo el Norte, se encuentran fuera de la realidad, sin duda el olor a incienso les trastorna.
Como broche de oro el inepto y triste Rajoy desprecia al pueblo cuando sentencia, en una mueca tragicómica de fingido liderazgo, que el rescate se solicitirá «cuando él lo decida», hablando en primera persona, sin tener en cuenta que una decisión de tal calado debe ser colectiva y compartida ya que seremos tod@s los que tendremos que sacar adelante ese hipotético contrato. Con ese comentario hace escarnio de la democracia que dice defender, lanzando una clarísima atribución de minoría de edad y menosprecio contra el pueblo que se supone depositario último de la soberanía política. Y el mundo no puede por más que contener a duras penas una histriónica y sonora carcajada ante tan monuental majadero.