Archive for agosto, 2013

agosto 31, 2013

Autolimitación de la riqueza: Una propuesta

Si hay algo que la crisis sistémica esté poniendo al descubierto ante los ojos de cualquier observador mínimamente sagaz es que actualmente se está produciendo una concentración descomunal de la riqueza en cada vez menos manos. Las mayores empresas mundiales se van haciendo más y más grandes hasta llegar a fagocitar o destruir a otras de tamaño inferior creando una posición de dominio muy inquietante incluso desde el punto de vista del propio liberalismo. La competencia desrregulada no crea más equilibrio entre los entes productivos sino, justo al contrario a como siempre se nos había explicado, genera tiranías oligopólicas que terminan por vaciar a la democracia de todo su sentido y significado real. Un buen ejemplo de este hecho puede verificarse en el panorama financiero del estado español donde cada vez existen menos bancos, creándose un oligopolio o cuasi-monopolio de facto entre empresas mastodónticas y todopoderosas como son el Santander, BBVA y La Caixa. Ellos van devorando el mercado apropiándose de más y más cuota de poder gracias a la demolición controlada de las cajas de ahorro. Algo similar puede observarse en otros sectores de la economía como la producción de energía, fármacos o la fabricación a gran escala de alimentos procesados, entre otros muchos.

Ante esta nueva dictadura, en este caso de mercado, algunas voces situadas dentro del propio capitalismo comienzan a dar la señal de alarma y plantean soluciones imaginativas para intentar garantizar algo parecido a una libre concurrencia real entre operadores de tamaño más o menos similar para que no sean capaces de llegar a destruirse con la velocidad y voracidad actual. Una de estas voces es la de Luis Molina Temboury que nos expone, según sus propias palabras, “Una sencilla solución para un inmenso problema”. Leamos muy resumidamente la presentación de su propuesta:

Para el neoliberalismo el futuro no existe. Todo se reduce al orgasmo individualista de poseer cuanto antes más que nadie. Aceptar esa demente ideología de que el futuro colectivo no debe preocuparnos es precisamente lo que ha propiciado la victoria del neoliberalismo, y también es lo que nos ha llevado hasta la crítica situación en que estamos. Nadie tiene derecho a apropiarse de riquezas desproporcionadas si eso afecta al bienestar del resto de los seres humanos, y menos aún si eso determina un horrible futuro para la humanidad. La verdadera libertad no puede significar enriquecerse a costa del dolor de los otros, es decir, de la red universal . Que el germen de los problemas es la desigualdad extrema es tan evidente como evitable. Aunque ahora esté boyante, el sistema neoliberal colapsará finalmente porque no puede ni podrá superar su contradicción esencial: no es realista pretender una acumulación ilimitada de riquezas en un entorno material finito ni sostener un crecimiento perpetuo de la desigualdad. Esa contradicción se manifiesta en el plano teórico, porque no existe ecuación matemática ni econométrica alguna que pueda sostener tan insensato modelo. También en el plano político, porque la concentración de poder que acompaña al aumento de la desigualdad ha pervertido la democracia y nos conduce aceleradamente a la dictadura del gran capital. En el plano social, la contradicción ya resulta insoportable, porque ha generado una sociedad global violenta, militarizada, insolidaria y corrupta, que convive alegremente con la pobreza, la guerra, la destrucción del medio ambiente y la vulneración de los derechos humanos. Y para terminar con la suma de las desgracias que ha producido esa contradicción, el neoliberalismo está siendo nefasto para el desarrollo personal, porque su ideario ha inoculado en lo más hondo de las conciencias una gran mentira: que somos individuos ajenos e independientes del gran todo universal. Es decir, que por aceptar la acumulación ilimitada y la desigualdad extrema como base de la organización social nos hemos condenado a vivir sumidos en el miedo, la ignorancia y la miseria, a estar presos de una ideología irracional y a ser cómplices involuntarios eternamente insatisfechos de un consumismo estúpido e irresponsable. El sistema económico neoliberal morirá y cuanto antes lo haga será mejor, porque ya ha llegado demasiado lejos. Debemos poner coto a la acumulación infinita de riqueza en manos privadas, esa regla irracional que guía al sistema por encima de cualquier otra consideración y que nos lleva aceleradamente al fin de la historia. Desperdiciar la vida y el esfuerzo de todos en el absurdo objetivo de que una minoría acumule desaforadamente mientras la sociedad entera se derrumba es un panorama desolador, sobre todo para las nuevas generaciones. Habría que preguntarse primero si todo ese cúmulo de desgracias que padecemos es evitable. Y la respuesta evidente y tajante es que sí lo es. Reconducir la actividad planetaria hacia un modelo racional, justo, solidario y creativo es muy simple, porque si el origen de todos los problemas es la desigualdad extrema, con limitar la riqueza en manos privadas todo podría ser muy diferente. Debemos tomar conciencia de que es urgente cambiar esa detestable regla del juego del sistema. La búsqueda del crecimiento ilimitado de la riqueza privada, la sagrada ley del neoliberalismo, además de ser la fuente de todos los grandes males, es también su talón de Aquiles. Sobre ella hay que actuar para construir el futuro.

logo-GracoTodo se sustenta, pues, en el simple principio de la permisividad colectiva con la desigualdad extrema. Sin embargo tenemos dificultad para reconocerlo debido a un prejuicio de nuestro pensamiento individualista. Porque, seamos honestos, desde una perspectiva sistémica no tiene ninguna fuerza lógica criticar a los grandes ricos mientras íntimamente aspiramos a convertirnos en uno de ellos. El problema de lo que ocurre en la sociedad no es tanto que haya grandes ricos como que una gran mayoría de ciudadanos anónimos haya aceptado la posibilidad y el anhelo de llegar a serlo. Si yo considero que es lícito y natural hacerme inmensamente rico -lo de menos es si esa posibilidad me queda cerca o lejos-, no puedo cuestionar el sistema neoliberal de manera coherente, es decir, que acabar con la riqueza desmedida de verdad me exige un compromiso personal. La solución es evidente, pero hasta hace poco nos faltaba algo esencial: un medio de comunicación libre para burlar el inmenso poder mediático de las élites. Con Internet, y tomando conciencia de que somos algo más que individuos, hoy disponemos de una herramienta preciosa para cambiar el mundo. El punto de partida para el cambio, la sencilla solución para el inmenso problema, sería el siguiente acuerdo voluntario:

A TRAVÉS DE INTERNET COMPROMETERSE FORMALMENTE EN UN LISTADO PÚBLICO A NO ACUMULAR RIQUEZAS MÁS ALLÁ DE UNA DETERMINADA CANTIDAD POR PERSONA. (POR EJEMPLO UN MILLÓN DE DÓLARES)»

Que la limitación de la riqueza sea un compromiso voluntario y abierto, como debe ser el acuerdo para cambiar el mundo, no significa que su incumplimiento pueda salir gratis. Lo mejor sería sancionar con el desprecio social a quien hubiese firmado el compromiso y después se hubiese arrepentido o lo hubiese violado. En el lado contrario los ciudadanos podrían valorar qué políticos, empresarios o partidos han sido capaces de firmar ese contrato público premiándoles con el correspondiente apoyo electoral o compra de productos. Una iniciativa tan simple y aparentemente cándida como esta, distribuida por la red de forma viral, podría ser un interesante experimento social porque contiene elementos que ayudarían a crear nuevos marcos de pensamiento. Limitar la riqueza, desde la implicación y el convencimiento personal, hasta una cantidad que sea suficiente para devolver el poder a la democracia y conseguir así que el flujo del comercio se redistribuya sin los actuales estrangulamientos podría constituir una palanca de cambio. Invertir la lógica actual que encumbra a los acumuladores por una dinámica de descrédito social hacia ellos también se nos antoja un requisito indispensable para ganar el futuro. 

Este es el resultado del sondeo en 15m.virtualpol:

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Gracias Luis por tu trabajo.

agosto 22, 2013

Economía del don como fundamento del tejido social

Gift_EconomyDesde épocas remotas hasta el presente la humanidad ha practicado formas de intercambio no mercantilizado cuyo propósito ha sido primordialmente el sostenimiento de la vida. Las recompensas, en estos casos, adquieren un carácter básicamente social e intangible que solo se transformará en bienes o servicios materiales concretos de forma secundaria, indirecta y diferida en el tiempo. Hasta finales del S. XVIII economías no mercantilistas eran preponderantes en casi todos los rincones del mundo, es decir, han constituido el estado natural de relación en las sociedades humanas durante la inmensa mayoría de su historia, como explicó perfectamente Karl Polanyi en su conocida obra “La Gran Transformación”. Múltiples interacciones, no sujetas a la lógica capitalista, en forma de economía del don siguen jugando un papel decisivo en el día a día de nuestra especie como base primaria de reproducción de la urdimbre social, hecho que puede observarse de manera incuestionable en el tipo de relaciones que se dan dentro de cualquiera de los variados modelos posibles de familia. La economía del don consiste sencillamente en la entrega de bienes o servicios a la comunidad o grupo de pertenencia sin contrapartidas mecánicas de devolución, sobre la base de la confianza, la reciprocidad y la justa redistribución de los recursos. En un contexto de crisis sistémica como el actual cabe preguntarse… ¿Por qué lo que es bueno para la familia, contribuyendo de forma radical a su sostenimiento, no es bueno para la sociedad en su conjunto?. Si la familia es la célula de la sociedad… ¿Por qué no aplicar su dinámica de funcionamiento a los distintos órganos, músculos y aparatos que forman al cuerpo social completo, considerado como un todo?.

Muchos podrían pensar que este tipo de lógica relacional solo puede darse en el estrecho microcontexto de la unidad familiar. Sin embargo también podemos encontrar claros ejemplos de éxito del modelo aplicado a comunidades mucho más extensas que llegan a desbordar, incluso, los ámbitos geográficos de las patrias y las nacionalidades. Una buena muestra de ello es ese gigantesco edificio del patrimonio común del conocimiento llamado Wikipedia o la sorprendente y enormemente fructífera comunidad del software libre. Sin embargo no es nuestra intención dibujar un panorama idílico que pueda ocultar que la economía del don se enfrenta también a importantes tensiones, retos y peligros que tienden a empujarla hacia su dislocación conforme los lazos familiares o afectivos entre los miembros de las comunidades que la practican tienden a hacerse más frágiles o lejanos. Ello no significa, en absoluto, que la economía del don no pueda y deba seguir fructificando en grupos humanos formados por miles e incluso millones de personas, sino más bien que habrá que cuidar de una forma más metódica y pormenorizada las condiciones de posibilidad necesarias para que pueda seguir funcionando y expandiéndose de manera provechosa, estable y mantenida en el tiempo. Diversos estudios se han encargado de analizar estas cuestiones, destacando entre ellos los de Mancur Olson, Elinor Ostrom, Lawrence Lessig o Mark Van Vugt en el campo internacional o las aportaciones de Antonio Lafuente, Felipe Ortega y Joaquín Rodríguez, entre otros en el estado español. Como resumen, siempre abierto al debate, de las condiciones óptimas para la gestión exitosa de bienes comunes (procomún) basados en una economía del don, podríamos mencionar:

1) Garantizar un alto grado de transparencia y veracidad en el acceso a toda la información relevante para evaluar el estado general del sistema de patrimonio común por parte de cualquier miembro de la comunidad, así como de los mecanismos aplicados para asegurar la equidad en su disfrute.

2) Potenciar fórmulas de democracia cooperativa y con alta horizontalidad para la toma de decisiones de gobierno del procomún basado en una economía del don.

3) Articular mecanismos de atribución y reconocimiento social (capital simbólico) para aquellos miembros de la comunidad que más destacan en sus aportaciones al fortalecimiento del patrimonio común. (Actualización del sistema tradicional de Potlatch).

4) Trabajar con horizontes temporales limitados en la elección de las personas con funciones de especial responsabilidad productora o supervisora, fortaleciendo los ciclos naturales de sustitución de dichos individuos. (Se ha estudiado que tras un periodo situado en torno a los 200 días de trabajo las contribuciones de los wikipedistas tienden a decrecer progresivamente).

5) Promover un sentido colectivo de implicación en el proyecto, identidad, pertenencia y destino compartido basado en el apoyo mutuo entre los miembros de la comunidad.

6) Articular unos mínimos periodos de tiempo recomendados de trabajo que se dedicarán a tareas de fortalecimiento, cuidado y supervisión del procomún, basado en la economía del don.

7) Vigilar la correcta aplicación de las normas consensuadas, con posibilidad expresa de sanciones adaptadas a su incumplimiento y con disponibilidad de mecanismos de resolución de conflictos.

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Para concluir queremos reproducir un pequeño pasaje de los citados Felipe Ortega y Joaquín Rodríguez, tomado de su libro “El Potlatch digital. Wikipedia y el triunfo del procomún”:

«El triunfo de los comunes es un imperativo contemporáneo. La supervivencia misma de la especie está ligada al reconocimiento de que los recursos deben ser colectivamente gestionados, de que todos los agentes que están implicados en la cadena de valor de cualquier proceso de producción deben tener un poder real de participación en la toma de decisiones, asumiendo responsabilidades sobre la administración de dichos recursos. Solo de esta manera cabe generar una verdadera riqueza incremental que revierta sobre la propia comunidad en una espiral virtuosa que a todos concierne y beneficia» (Pg.198).

Como bien dice Francisco Jurado en su artículo El Poder y la Ley «la Administración juega con una ventaja psicológica, consistente en la asimilación que, de manera inconsciente, hacemos entre lo público y la gente, entre lo público y lo común. Algo que, al menos en lo dialéctico, ni siquiera la izquierda ha sido capaz de superar. Lo público, en su base jurídica, se establece sobre derechos de propiedad, gestión o disposición centralizados en pocas manos, utilizando la burocracia, la representación y la departamentalización como diques, como barreras a la entrada. Eso no es lo común». Quizás sea la hora de empezar a reclamar la potencia de lo común, del don, de la redistribución de los recursos y sobre todo de la gestión colectiva de los mismos frente a un ambiguo concepto de lo público.

agosto 10, 2013

La Banca Privada Mundial dispara la deuda pública

«Seis años después del comienzo de la crisis financiera mundial, la deuda pública de la mayoría de las economías avanzadas ha alcanzado niveles sin precedentes en tiempos de paz. Y aún más preocupante, sigue al alza (…) Las estadísticas oficiales de deuda subestiman la verdadera magnitud de los problemas de numerosas economías». (83º Informe del Banco de Pagos Internacionales. Junio-2013. Pg. 41)

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La principal causa de este aumento disparado de la deuda pública en todas las economías avanzadas del mundo no es otra que la transferencia de fondos públicos a las arcas de la banca privada de cada uno de estos países. El incremento de la deuda pública es directamente proporcional al volumen de los rescates que los ciudadan@s de estos países han sido obligados a asumir para el mantenimiento de sus castas parasitarias bancarias. El ránking está encabezado por Irlanda (58.7), «el tigre celta», alumno aventajado de las políticas neoliberales durante la década anterior al estallido de la crisis. A pesar de la gran contención y mesura de su déficit público y su deuda hasta 2007 sus bancos privados actuaron como un cáncer que llevó al país a la bancarrota. Después vemos a Grecia, Portugal, Reino Unido o el caso especialmente sangrante de España (con agujeros finales para las arcas públicas que rondan los 190.000 millones de euros). El denominador común siempre es el mismo: Rescate con dinero público a empresas privadas financieras corruptas y quebradas que deben ser cebadas mediante un proceso de extorsión de naturaleza similar al perpetrado por las organizaciones terroristas cuando exigen su llamado «impuesto revolucionario»: Si no pagas estás abocado al tiro en la nuca. El esquema se repite de manera análoga con los ciudadan@s de EEUU, Francia, Islandia o cualquier otro país de nuestro entorno. La banca privada, con sus multimillonarios directivos, está al mando del negocio.

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Fuente del gráfico: ¿A cuánto asciende la factura de la crisis?

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