Hoy medio mundo se pregunta asombrado qué ha podido fallar. ¿Cómo hemos llegado a este punto?, ¿Es que de repente la mayor parte de los estadounidenses se han vuelto locos?. Tras el susto inicial conviene que nos paremos a pensar con cierto detenimiento y, como no, a bucear en la red. Por de pronto descubrimos que algunos lo vaticinaban (y explicaban) ya hace meses, aunque muy pocos quisieron prestarle atención y mucho menos creerlo. Es el caso de Michel Moore que en el mes de Julio expuso las 5 razones por las que Trump ganaría las elecciones. Por otro lado existían signos que anticipaban el auge de este tipo de planteamientos, siendo en Europa paradigmático el caso de la francesa Marine Le Pen, con sus propuestas antiglobalización de las que ya hablamos en este blog hace años. Podríamos seguir viajando hacia el pasado y detenernos en el año 2002 cuando el prestigioso economista Joseph Stiglitz publica su influyente Globalization and its Discontents (traducido en castellano como El malestar en la globalización). Ese malestar, en un principio circunscrito desde hace décadas a los países de la periferia mundial, ha llegado ya con fuerza a los núcleos centrales del sistema, sobre todo a partir de la fase aguda de la crisis global que comenzó en 2007 y que continúa en la actualidad bajo nuevas formas de mutación.
Otra parada recomendable en este recorrido de rastreo para entender lo que está sucediendo, de nuevo ya en el presente, es el comentario del periodista Iñaki Gabilondo, en el que afirma que Trump no es la enfermedad sino el síntoma de un mal de fondo mucho más profundo. Una quinta referencia que queremos considerar son las palabras de la prestigiosa activista altermundista, Naomi Klein, en reciente entrevista concedida a Jordi Évole, exponiendo su interpretación sobre la movilización social a favor de Trump y otras opciones smilares en diversos países. Su razonamiento es que estamos en un momento en el que la postura social mayoritaria es ser antisistema, tanto en las hipotéticas izquierdas como en las teóricas derechas. En las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la gente que apoya a Donald Trump se siente ‘antiestablishment’, o en el Reino Unido la gente que votó a favor del ‘Bréxit’. Los fallos de nuestro sistema económico son muy claros, ese modelo está fracasando ante nuestros ojos y hay una carrera para resolver ese cambio. Personajes como Trump no hacen más que aprovecharse de un sentimiento antisistema que ya existe entre la población.
Las conclusiones que extraemos a partir de los análisis disponibles pueden resumirse en las siguientes ideas que serían aplicables no solo a EEUU, sino también a Francia, Inglaterra u otras naciones occidentales.
- Las clases medias que comprueban el lento pero inexorable declive de sus rentas y sus condiciones laborales en un contexto de globalización capitalista desatada reaccionan de una forma «espasmódica» contra esa realidad, intentando refugiarse en estrategias defensivas que apuestan por políticas proteccionistas tanto en lo económico como en lo social.
- El abrazo a esas posiciones significa también una aceptación de su propio declive como naciones venidas a menos, que optan por un fuerte repliegue identitario ante la percepción de una potente amenaza externa.
- Esta elección debe ser situada en un contexto de desinformación general de un público aturdido, individualizado y desorientado. Un público que carece de claves para articular soluciones colectivas de largo alcance a sus problemas, basadas en diagnósticos profundos de la situación. En este escenario se pone en marcha una apuesta por soluciones muy desajustadas que intentan aferrarse a un cortoplacismo nervioso combinado con una buena dosis de autoengaño.
- El EEUU que sale de este proceso electoral es un país más débil que antes, con una pérdida en su capacidad de liderazgo y autoridad moral ante las poblaciones de otros muchos países.
- El espacio político para las opciones socialdemócratas de los últimos años parece estrecharse cada vez más ante su incapacidad para aportar soluciones creíbles a esta grave crisis y ante su plegamiento cobarde y conformista frente a la ideología neoliberal y los intereses específicos de las grandes compañías transnacionales. Esta coyuntura tenderá a abrir un espacio de oportunidad política a los nuevos ecosocialismos que plantan cara al capitalismo globalizado y que también tendrán que pugnar, en un contexto de fuerte polarización, por construir un relato alternativo a los capitalismos autistas que se refugian en discursos que apelan al patriotismo xenófobo.
- Los medios de comunicación más tradicionales (grandes cabeceras de prensa, grandes informativos, industrias del negocio cultural y demoscópico…) pierden capacidad de análisis e influencia sobre las opiniones públicas que tienden a formarse su criterio de una manera cada vez más autónoma e impredecible.
- La única estrategia viable para abordar esta delicada situación, saturada de contradicciones, es conseguir que las masas sociales se vayan dotando progresivamente de una comprensión global de los retos a los que nos enfrentamos para poder articular soluciones racionales (y no «espasmódicas», «cortoplacistas» o «nerviosas») a nuestros problemas. Estas soluciones necesariamente deberán ser planteadas con una visión mucho más global y colectiva, a escala planetaria o internacionalista, con nuevas herramientas discursivas, proyectos comunicativos actualizados y, sobre todo, con una perspectiva temporal no menor de 50 años-vista, es decir, de medio-largo plazo. No nos queda otra.