Fragilidad: Principal característica del mundo post covid-19

Esta pandemia va a cambiar cosas de forma irremediable. Ya sabemos que no es la primera ni va a ser la última, no obstante apreciamos en este caso signos de «aceleración» de procesos muy visibles.

1) Los grandes conglomerados económicos e institucionales son «gigantes con pies de barro», empezando por la estructura gubernamental de los EEUU de América. Las noticias de hoy nos hablan de disturbios en distintas ciudades de ese país. Crece la insatisfacción por un trato discriminatorio a distintas comunidades según sus características raciales, lingüísticas o de poder adquisitivo. La desigualdad, la percepción de injusticia, el malestar de la globalización y el mal gobierno son potentes fuentes de fragilidad en sociedades hipotéticamente avanzadas.

2) El maltrato al medioambiente se revela como una posible causa explicativa de múltiples enfermedades que cada vez afectan de manera más palpable a los seres vivos con la consiguiente pérdida de biodiversidad. En el caso concreto de los seres humanos vemos como las patologías respiratorias, las alergias, procesos cancerígenos y, ahora, las pandemias por coronavirus extienden su alcance. La agresión medioambiental, el calentamiento del planeta y la pérdida de calidad del aire, el agua y la tierra son potentes fuentes de fragilidad para la especie humana.

3) La pandemia del covid-19 nos enfrenta también a la aceleración de procesos tecnológicos automatizados que, a su vez, provocan despidos masivos de personas trabajadoras como sucede en las industrias «Nissan» y «Alcoa», por citar solo un pequeño ejemplo. La pérdida de empleo, la precarización de las condiciones laborales y la dificultad para generar nuevos «nichos» de trabajo remunerado son una potente fuente de fragilidad e incertidumbre para todos los seres humanos que dependen de un salario en cualquier país.

4) El aumento combinado del déficit y la deuda (pública y privada) para hacer frente a todos los «agujeros económicos» que esta pandemia nos está dejando sitúa a gobiernos, empresas y particulares ante la texitura de conseguir dinero a toda costa para amarrar su propia supervivencia. Este nuevo dinero solo puede salir de nuevos créditos traídos «del futuro». El aumento del endeudamiento y la necesidad apremiante de pedir préstamos para seguir subsistiendo se convierte en una fuente de fragilidad para gobiernos, empresas y familias.

 

Ante estos 4 motores de fragilidad (debilidad institucional, debilidad medioambiental, debilidad del empleo y debilidad financiera) vamos a ver un mundo post-covid 19 que tendrá que buscar palancas de cambio para encontrar nuevas fortalezas que le ayuden a enfrentar el futuro.

 

1) La fortaleza institucional tendrá que afrontarse potenciando formas de gobernanza internacionalizadas (alterglobalizadoras) más democráticas, que sean fruto de la cooperación entre múltiples comunidades e instituciones. Aunque se redibuje el mapa mundial de las zonas de influencia geoestratégica (con un peso progresivo para China) las amenazas globales solo podrán ser afrontadas de manera exitosa con soluciones combinadas, resultado del trabajo y los flujos de información compartidos, tal como sucede en la investigación científica.

 

2) En cuanto a la debilididad medioambiental la vía de solución tendrá que venir a través de barrios con más espacio para el peatón, con políticas decididas a favor de la descarbonización de la economía, de la descontaminación del aire, la movilidad sostenible y las energías renovables. En este sentido las propuestas emanadas de colectivos ambientalistas nos marcan pautas a seguir para fortalecer nuestra «resiliencia» en un mundo biológicamente interconectado.

 

3) En el apartado de nuestra fragilidad en el empleo y las condiciones laborales precarias de muchas personas el fortalecimiento social deberá ir de la mano de fórmulas de propiedad cooperativa en el suministro de bienes y servicios, en donde las personas que «crean valor» con su empeño diario sean también tenidas en cuenta a la hora de diseñar estrategias empresariales. La corporación debe ser progresivamente redefinida para que el beneficio generado por la actividad económica pueda ser distribuido de forma mucho más equitativa, en nuevos balances contables de activos y pasivos, buscando siempre el bien común. En este sentido herramientas como el ingreso mínimo vital  o la remuneración «en especie» por tareas comunitarias cobran cada vez más sentido.

4) Para el tema del aumento global de la deuda solo cabe, como solución a largo plazo, la renacionalización de parte del sector bancario, para que los préstamos sean gestionados, en una buena parte, por instituciones democráticas bajo control social. Es la hora de poner a funcionar los tipos de interés, la fiscalidad y los magros beneficios generados por los créditos para el disfrute de la sociedad, hora de perseguir con decisión a los paraísos fiscales para que todo ese dinero opaco sea empleado en combatir los estragos causados por la pandemia y en fortalecer los servicios comunitarios (sanidad, educación, justicia…) que dan sostén a la vida.

 

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