El capitalismo y la democracia son sustancias que tienden a repelerse entre sí, la mezcla nunca termina de materializarse por mucho que agitemos, al igual que sucede con el agua y el aceite. Esta repulsión mutua es lo que se está comprobando últimamente en Europa, al igual que se comprobó desde hace ya años en América del Sur. Existen otras mezclas más homogéneas, buenas síntesis en donde los distintos ingredientes tienden a formar un conjunto más integrado y sinérgico, con componentes difíciles de separar, aunque a veces altamente explosivos. Este es el caso de fascismo y capitalismo, ácido nítrico y ácido sulfúrico, una buena combinación para fabricar explosivos, un modelo «superior» y más «eficiente» que el Europeo como bien puede comprobarse en China o Arabia Saudí. La emulsión grasienta propia del decadente sociocapitalismo occidental sucumbre cabizbajo ante la versión pura y auténtica del sistema, el fasciocapitalismo oriental de los trabajadores-esclavos.
Pero en estos contextos siempre surge la chispa de la inteligencia colectiva y su incontenible espíritu de resistencia liberadora. Hoy todos somos Grecia. Movimientos ciudadanos diversos, plataformas de indignados y sindicatos han convocado dos días de Huelga General y movilizaciones contra el eje del mal formado por banqueros, políticos profesionales y especuladores. Los trabajadores griegos, al igual que los irlandeses, españoles, islandeses, portugueses … están comprobando en carne propia el efecto del combustible capitalista en sus vidas. Para ver en directo lo que está sucediendo por allí pulsa en este enlace. Nuestro Mubarak hoy se llama Papandreu.