
La postración de Irlanda, la mejor credencial del modelo neoliberal y del efecto de los mercados sobre los países
La población irlandesa cometió el grave error de apoyar al neoliberalismo durante varias décadas y de morder el anzuelo de todas sus mentiras. Las consecuencias de esta apuesta estratégica para ellos ha sido la siguiente: 1- Rebaja de los presupuestos públicos en 15.000 millones de euros, lo que supone reducir drásticamente el gasto social y la inversión, dejando el sector público a merced de la privatización de recursos y derechos. 2- Recortar 25.000 empleos públicos. 3- Reducir los salarios en un 12%. 4- Aumentar el IVA hasta el 23%. 5- Aumentar progresivamente la edad de jubilación hasta los 68 años y reducir el fondo de reserva de las pensiones en 17.500 millones usados para el rescate. 6- Aumentar las tasas universitarias en un 20%. 7- Implementar nuevos impuestos sobre el consumo de agua y energía y aumentar los impuestos sobre la renta.
Los que están muy contentos son sus banqueros que han cometido actos criminales amparados en las leyes neoliberales y que se han ido tranquilos e indemnes, escondidos tras el manto protector de los ahorros y los derechos del pueblo.
Esto es lo que le reserva el neoliberalismo a los estados que deciden abrazarlo. Para que el robo y el expolio pueda articularse es fundamental la existencia de bolsas y mercados de valores. El ciclo especulativo es simple y brutal: Se decide a qué país pertenecerá la población trabajadora que va a ser objeto del ataque. A continuación entra en acción un concierto para delinquir conformado por corredores de bolsa, calificadoras de riesgo y especuladores. Después de apostar al alza de los valores en bolsa para inflar las burbujas, se precipita una venta masiva de esas acciones y títulos. Por la inercia del mercado, sus precios tienden a la baja y, seguidamente, las todopoderosas calificadoras elevan la prima de riesgo a la cuantiosa deuda del país en cuestión. Los intereses por la obtención de recursos frescos crecen exponencialmente para ‘cubrir el riesgo’ de los especuladores ante la evidente debilidad económica. Esta insolvencia genera el pánico y hunde la bolsa, donde los que antes apostaron al alza hacen su agosto comprando valores a la baja, seguros de que los Estados acudirán con recursos de los contribuyentes a rescatar la economía antes de que ésta se hunda definitivamente. Por eso el rescate viene siempre acompañado de dolorosos ‘planes de ajuste’ que exprimen a la población para arrebatarle los recursos necesarios para pagar a los especuladores. Por eso hablamos de ‘ajustes criminales’. Las ganacias para los especuladores se han edificado exclusivamente sobre la miseria, el empobrecimiento y la explotación de los trabajadores que son simples víctimas de estas intrigas mafiosas y totalitarias.
Sin este mecanismo privilegiado del terrorismo económico la estrategia de saqueo de dinero público a cargo de las élites privilegiadas sería prácticamente inviable, a no ser que se recurriera directamente al uso de la fuerza militar y policial contra la población al estilo de Bahrein, Yemen o Arabia Saudí.
Las bolsas de valores y los mercados financieros actúan también como un potente mecanismo estimulante de la desigualdad social ya que aportan fuentes de financiación y negocio adicionales a las empresas más grandes en detrimento de las oprtunidades de las más pequeñas. Las bolsas y los mercados financieros sirven exclusivamente para hacer más fuertes a los fuertes y más débiles a los débiles. En una democracia económica cambiarán las prioridades. Estas palancas terroristas deberán ser eliminadas y sustituidas por mecanismos inversos de reparto, redistribución y reequilibro de la economía siempre en beneficio de los sectores, empresas cooperativas y trabajadores que necesiten mayor grado de protección por su interés social.