En el año 2001 la ONG católica “Manos Unidas” ponía en marcha una campaña con el lema “Si quieres la Paz defiende la Justicia”. Aquella sencilla frase tenía un contenido político demasiado explícito para ser soportada por las jerarquías episcopales reaccionarias que secuestraron a la Iglesia después del Concilio Vaticano II. Pronto la campaña fue abandonada. Sin embargo la inmensa verdad que encierra esta sentencia sigue siendo perfectamente válida 10 años después.
Actualmente México vive una “guerra contra la delincuencia” que se ha cobrado ya al menos 30.000 vidas en muy poco tiempo. Las autoridades mexicanas, al igual que las norteamericanas, británicas y tantas otras en el mundo pretenden convencer a sus opiniones públicas sobre la posibilidad de conseguir la Paz sin mejorar la Justicia, es decir, por medios exclusivamente violentos y represivos. Se amplían las plantillas policiales, se compran armas, se firman acuerdos con fuerzas militares y paramilitares de otros países pero no se mejora la Justicia. La corrupción y la impunidad siguen campando a sus anchas en sociedades indefensas ante los crímenes de los poderosos contra jóvenes sin futuro, contra sindicalistas, contra activistas sociales, contra inmigrantes o simplemente contra ciudadanos anónimos que estaban en el sitio equivocado. La gran mayoría de estos crímenes no serán ni siquiera investigados. Felipe Calderón está naufragando en su imposible búsqueda de la Paz por estas vías, al igual que otros gobernantes en muchos lugares del mundo.
En España se arremente contra los pocos jueces que intentan molestar mínimamente al fasciocapitalismo que aún controla los hilos del poder y se reprimen las manifestaciones populares por la libertad de expresión en Euskadi, Catalunya y el resto del Estado en un alejamiento permanente de la Justicia, la igualdad y la dignidad de todas las víctimas históricas de cualquier tipo de terrorismo sin distinción, empezando por el franquista y terminando por el financiero. Como efecto de estas políticas profundamente erradas se constata que a las grandes multinacionales de la fabricación y venta de armamento nunca les fue mejor porque estas estrategias engendran una espiral de violencia estructural muy conveniente para aquellos que cotrolan el negocio de las carnicerías humanas. Y es tan sencillo como entender que la Paz sin Justicia es una quimera. Sobran armas, sobra cinismo, sobran ejércitos, policias y militares. Faltan voluntades políticas, jueces íntegros, investigadores independientes, valentía periodística y legislaciones equilibradas que protejan a las personas corrientes contra los abusos del poder y del derecho de propiedad, del colonialismo y del dinero.
Gracias, Antonio, desde México por recordarnos que miles de activistas mantienen cada día una lucha contra la impunidad, aún a riesgo de perder sus propias vidas.