A menudo se nos hace ver que los parlamentos nacionales reproducen fielmente la soberanía y voluntad popular, a través de unos representantes elegidos democráticamente. Como en tantos otros temas ese es el discurso teórico que el «mainstream» proclama y repite como una más de las verdades absolutas que configuran su cuerpo doctrinal. Bajo este punto de vista se impone una interpretación de la realidad que nos hace ver a las «cámaras de representantes» como una radiografía, esquemática, proporcionada y equlibrada del sentir de un pueblo. Un análisis pausado de los datos objetivos nos hará entender que esta visión poco o nada se corresponde con la realidad, ya que los parlamentos no son más que traslaciones completamente deformes e intencionalmente manipuladas de esa realidad que supuestamente representan. Bastan algunos simples apuntes para tomar conciencia de la magnitud de la estafa que se encierra dentro de esa «casa encantada de la democracia»:
1) En las últimas elecciones generales de 2008 el porcentaje de votos obtenido por el bipartito hegemónico alcanzaba el 61,49% del censo electoral. Esto significa que hubo un 38.51% de ciudadanos que no sucumbieron al «mensaje martillo» que establece que votar a otros o no votar te condena a la irrelevancia ciudadana y a una invisibilidad política tristemente patética. No obstante, ese 61,49% de apoyos se traduce en la acaparación estalinista de un 92.29% de los escaños disponibles en el congreso de los diputados por obra y gracia de las inmutables «reglas del juego» de esa extraña aritmética que les regala 30 puntos de representatividad. El parlamento deforme nos traslada la imagen de que solo el 7.7% de los españoles no comulga con el cardenalato bipartito, cuando en realidad estamos hablando del 38.51% de la población. Afortunadamente el porcentaje de apoyo al cártel bicéfalo del poder, impuesto mágicamente a los españoles por la ingeniería social al servicio de las élites, cae hasta el 42,53% sobre el total del censo electoral en las elecciones municipales del 2011. El PPSOE, a pesar de las apariencias, ni siquiera llega a representar a la mitad de los españoles con derecho a voto, mientras mantiene un poder absolutista en la llamada «casa grande de la soberanía popular». La proyección de la sombra del PPSOE queda enormemente agigantada y embellecida gracias a los «efectos de iluminación» puestos en juego por los poderes mediáticos y financieros, sin que ello se sostenga con datos proporcionales de respaldo popular.
2) El reparto de escaños en función de las provincias, con un mínimo de dos sin entrar a considerar pesos poblacionales, es una de las grandes trampas escondidas en el sistema electoral. Este sistema de reparto solo tendría sentido en el caso de que se diera libertad de voto a los políticos profesionales, para que decidieran en función de los intereses de su provincia. En la realidad sabemos que esto jamás sucede porque sus señorías (quizás mejor habría que decir los autómatas amaestrados para pulsar el botón que sus líderes previamente les ordenen) votan todos a bloque, sin fisuras, sin molestas contaminaciones localistas. Teniendo presente esta realidad sería mucho más lógico y justo que hubiera una circunscripción única y un reparto proporcional directo de las 350 butacas del teatro en función del voto total obtenido por cada partido en el conjunto del estado. Esta simple corrección en el sistema provocaría auténticos vuelcos y cataclismos en el sentido del voto emitido y en el dibujo final obtenido en el reparto del pastel electoral.
3) El pacto bipartito se autoproclama emperador de la democracia y la voluntad del pueblo, llegando a aprobar una reforma constitucional en el pasado Agosto que desprecia a toda esa enorme masa de población que no les votó e incluso a sus propios votantes, que en ningún caso fueron informados cuando les dieron su apoyo en 2008, de que una reforma del texto constitucional, como la que recientemente se aprobó, estuviera ni siquiera en preparación.
4) Aunque ningún titular de prensa te lo contara, en las últimas elecciones de Mayo de 2011 la fuerza ganadora fue la invisible marea de la abstención, con un 33% del electorado. La cuarta fuerza política del país, en número de votos, fue la combinación de voto blanco, voto nulo y la coalición de ciudadanos en blanco, con casi un millón de votos en conjunto. Por supuesto ninguna de estas fuerzas tendrá nunca presencia física en ninguna «cámara de representantes», simplemente será velada y escondida, como se hacía con los presos políticos en las oscuras épocas de las monarquías absolutistas.
5) El parlamento deforme, en contacto con el perfume del dinero, convierte la voluntad del votante comunista en práctica socialdemócrata, la voluntad del votante socialdemócrata en práctica liberal, la voluntad del votante liberal en práctica conservadora y la voluntad del votante conservador en práctica fasciocapitalista, en un obsceno juego de travestismo político y mercantilización ideológica.
6) El parlamento deforme mantiene su apoyo a políticos corruptos, protege a estafadores y defraudadores fiscales para que sus delitos no puedan ser conocidos e identificados por el pueblo, premia a directivos de cajas y bancos que han vaciado las arcas públicas, cobrando pluses estratosféricos mientras requerían inyecciones de capital para evitar el hundimiento de sus empresas, se niega a publicar los emolumentos privados que reciben sus señorías y no hace nada para imputar a los directivos del Banco de España, como M.A. Fernández Ordoñez, que nos debían haber protegido de estos banqueros cleptómanos y prefirieron adoptar un silencio cómplice, actuando bajo la alargada sombra de la cooperación necesaria para que el desfalco pudiera consumarse.
Los datos y los enlaces para la obtención de estas conclusiones pueden ser consultados en este documento