Una de las cuestiones ineludibles que esta profunda crisis sistémica está poniendo de relieve es la necesidad de impulsar nuevos principios organizativos que deberán regir la transición hacia un futuro diferente. Uno de estos principios básicos es la redistribución progresivamente equitativa del poder en todos sus ámbitos y manifestaciones posibles. Redistribuir el poder va mucho más allá de la simple y «loable» pretensión de actuar contra la pobreza. La distinción entre ambos objetivos mantiene un claro paralelismo con la que podemos establecer entre caridad y justicia. La caridad no cuestiona el equlibrio asimétrico de poder inherente al orden establecido ni cuestiona la existencia de unas minorías poseedoras y unas mayorías depauperadas que deben esperar pacientemente el favor de las élites. El principio de redistribución del poder parte de unas premisas muy diferentes que no solo apelan a la ética humanista sino, sobre todo, a la racionalidad socioeconómica, al bien común y al equilibrio biofísico de nuestro entorno vital. El principio de redistribución del poder tiene implicaciones en multiplicidad de áreas, con diferentes ejemplificaciones:
* Redistribución progresivamente equitativa del poder, en cuanto a la arquitectura institucional, significa buscar una democracia participativa que desborde el marco de la democracia representativa: Iiniciativas legislativas ciudadanas, wikiproyectos legislativos, consultas vinculantes, listas abiertas con referendums revocatorios de mandato, reformas de leyes electorales para la democracia inclusiva y equitativa en el valor del voto, consejos deliberativos, asambleas populares con capacidad de autogestión, procesos transparentes de rendición de cuentas, blindajes normativos contra la corrupción, gestación de nuevas soberanías y empoderamientos ciudadanos, organizaciones políticas horizontalistas, presupuestos participativos…
* Redistribución progresivamente equitativa del poder, en el campo de la energía, es posibilitar que las redes de distribución de la corriente eléctrica sean bidireccionales en lugar de las actualmente unidireccionales, para que cada individuo pueda introducir energía autogenerada en la red, además de extraerla. De esta forma se establecería un balance energético que podría salir positivo o, a veces, negativo. (Tercera Revolución Industrial, propuesta por Jeremy Rifkin y otros).
* Redistribución progresivamente equitativa del poder, en el campo de la propiedad intelectual, sería disminuir drásticamente el periodo de validez de las patentes y las licencias copyright, para que todo el conocimiento pueda pasar al dominio público con mucha mayor rapidez. También es optar decididamente por los modelos «opensource» en software, hardware, cultura, arte, música, diseños industriales…
* Redistribución progresivamente equitativa del poder, en el campo del comercio es apostar decididamente por las cooperativas integrales de producción/consumo, los mercados sociales, por el pequeño comercio de proximidad frente a la gran superficie y frente a las grandes distribuidoras.
* Redistribución progresivamente equitativa del poder, en el campo de la agricultura, es defender al pequeño agricultor, a la agricultura ecológica, desmantelar progresivamente los grandes latifundios de monocultivo en manos de unos pocos dueños o pelear contra las semillas transgénicas esterilizadas y sus pesticidas asociados que generan dependencia y empobrecimiento en los pequeños productores.
Así podríamos seguir poniendo ejemplos múltiples en el campo de la información, la educación, la sanidad y finalmente en la economía monetaria. (Banca pública ética y democrática, lucha decidida contra los paraísos fiscales, gravámenes especiales sobre las grandes inversiones publicitarias, renta básica universal, insumisión contra la industria de los juegos de azar, [auto]limitación de la renta máxima disponible, monedas complementarias, bancos de tiempo, economía del bien común, rediseño de los indicadores que nos ayudan a evaluar la marcha de la economía…)
Como vemos, el principio de «Redistribución progresivamente equitativa del poder» es esencialmente político. Constituye un buen filtro, unas «gafas de ver», una «prueba del algodón» para poder evaluar si una medida propuesta o aplicada por cualquier partido gobernante o de oposición es limpia y si está encaminada hacia la búsqueda del bien común o no. Este principio nos da pie a imaginar una lista interminable de iniciativas que irían mucho más allá de la meramente cosmética recomendación del FMI de «actuar contra la pobreza». No son izquierdas contra derechas, es centralidad contra extremismo, es equilibrio contra asimetría. El progreso opera en diagonal.
¿Buscamos el origen de coordenadas, buscamos el centro?