El origen del dinero, la deuda y el mito del trueque: Aprendiendo con Graeber(I)

EnDeuda_zpscf27e31aHace unos pocos años el antropólogo estadounidense David Graeber nos regalaba un libro importante para entender el origen de la deuda y el dinero, tal como los conocemos en la actualidad. Se trata de Debt, the first 5000 years. Dejo aquí algunas ideas clave:

  • Los sistemas de crédito son, históricamente, muy anteriores a la invención de las monedas como muestran estudios del antiguo Egipto y Mesopotamia. La traducción de las tablillas realizadas en escritura cuneiforme datadas en 3200 años antes de Cristo nos explican que la base fundamental de la economía era el crédito. La disponibilidad de moneda (generalmente en porciones de plata casi sin trabajar) era muy escasa. Los créditos solían compensarse llegado el tiempo de la cosecha en cereal o ganado. La «casa comunal» de la época mesopotámica era habitualmente el templo o el palacio y en él debían compensarse estos créditos. Este sistema de préstamos estaba basado en una economía de escala humana, impregnada inevitablemente por sentimientos de pertenencia al grupo, amistad, envidias y relaciones afectivas. Matematizar la economía es, por tanto, un mero artificio equivalente a la matematización de la conducta humana.
  • Para que los préstamos se conviertan en deuda es necesario introducir el uso de la violencia, la coacción o la esclavitud en la relación interpersonal. La actual «ciencia económica» pasa por alto este detalle presentándonos un cuadro de situaciones de intercambios y deudas entre iguales basado en el mutuo beneficio como base explicativa de una disciplina hipotéticamente aséptica, empírica y neutral.
  • La multiplicación de las deudas siempre ha constituido un grave problema en las sociedades humanas. Para intentar controlarlo se introducían mecanismos de salvaguarda como los jubileos, las condonaciones parciales, las leyes en defensa de los endeudados o la condena moral del lucro y la usura. Esos mecanismos de control se han difuminado parcialmente con el auge del neoliberalismo y con su protección a ultranza de los acreedores. Por ello urge recuperarlos para evitar situaciones de progresivo desastre social.
  •  Las formas más primitivas de economía, según las evidencias antropológicas, se basarían en formas de economía del don. Las personas sencillamente se ayudaban entre sí (como sigue sucediendo actualmente en el contexto de la familia) o se «regalaban» las cosas que cada uno necesitaba, siempre que vivieran en el seno de una misma comunidad. También existirían almacenes comunales de alimentos y otros bienes. Este hecho vuelve a ser pasado por alto, de forma interesada y manipuladora, por el relato de la economía convencional que sitúa en su lugar el mito fundacional del trueque, con individuos que intercambian mercancías «en tiempo real» en un contexto de frio cálculo mercantil, buscando cada uno su interés egoista y momentáneo. Las cosas, sencillamente, no sucedieron de ese modo, según toda la evidencia antropológica disponible.
  • No debemos confundir «crédito» con «deuda». (La deuda es una forma de corrupción del crédito, mediante el uso o la amenza de uso de la violencia). El trueque se reservaba para los intercambios con los extranjeros o incluso con comunidades rivales.  La historia convencional, de la que nos hablaba Adam Smith y muchos economistas clásicos, que traza una línea progresiva entre trueque directo –> moneda –> crédito , no se corresponde con la realidad.  El crédito amistoso y no el trueque directo sería el origen de la economía, apareciendo posteriormente la moneda y finalmente el trueque como forma muchas veces anecdótica de intercambio comercial o reservada a momentos de extrema carestía.
  • El origen de la moneda, tal como hoy la conocemos, es el establecimiento de un mecanismo concreto, puesto en marcha por una institución de poder (Estado, ejército, rey, grupo militar dominante) para la recaudación de tributos u obligaciones de pago en una comunidad. La moneda acuñada fue a menudo aquello que la casta militar dominante determinó aceptar a cambio de perdonar la vida a una comunidad conquistada. Para ponerla en circulación se distribuía como medio de pago a los soldados de sus ejércitos. La posesión de moneda confería un poder adicional a los soldados frente a las poblaciones conquistadas, que se veían constreñidas en un estado de doble sumisión (militar y económica) ante los invasores. Este es el verdadero origen de la moneda y no una evolucion «amable» ideada para «solucionar los problemas derivados del incómodo trueque».
  • Los sistemas monetarios modernos se edifican, por tanto, sobre la capacidad de alguna fuente de poder para recaudar tributos mediante el ejercicio de la violencia. Esta fuente de poder militar, amparada en su capacidad para ejercer la violencia, contrae deudas con una o varias instituciones privadas que han conseguido acumular volúmenes de riqueza material y poder financiero. A cambio de ese préstamo (normalmente asociado a campañas militares, proyectos de conquista, guerras de anexión u operaciones de rapiña) se entrega a una o varias instituciones financieras asociadas el monopolio para la acuñación y puesta en circulación de monedas «de curso legal» (válidas para el pago de impuestos) en un proceso progresivo de monetización de la deuda contraída. Así nacen posteriormente los «bancos centrales». Este monopolio confiere en la práctica un poder cuasi-ilimitado a la institución financiera en cuestión, ya que le da capacidad para poner en circulación tanto dinero como estime pertinente, con exigencias de reservas comprobadas cada vez menores. La inmensa mayoría de los ciudadanos no conocen o no son conscientes de este hecho y de quién y cómo crea el dinero circulante. La realidad es que los bancos crean dinero de la nada o, más exacatamente, crean el dinero de forma discreccional a partir de una promesa de devolución por parte del prestatario.
  • El relato sobre el origen del capitalismo como un sistema de libre intercambio entre iguales basado primitivamente en el trueque no se corresponde con la evidencia histórica o antropológica. El mito del trueque, sin embargo, juega un papel importante como elemento legitimador de una «ciencia empírica y susceptible de cuantificacion sobre intercambios comerciales neutrales».
  • La creación de los bancos centrales (controlados de manera efectiva por entes financieros autónomos) representó la institucionalización de ese matrimonio de conveniencia entre militares y grandes prestamistas. Estado y mercados de capitales se retroalimentan en un círculo de hierro destinado a perpetuar una estructura de control al servicio de las élites, y cuyo principal objetivo es la explotación de las clases subordinadas. Los estados siempre se han endeudado para financiar guerras. Con los botines obtenidos, fruto del saqueo y el pillaje, se ha pagado parte de esa deuda en una ecuación que siempre se mantiene en desequilibrio, ante la necesidad de pedir nuevos préstamos. El ejemplo de Hernán Cortés es paradigmático.
  • Si fuera verdad que las deduas siempre deben terminar pagándose los bancos no tendrían ningún incentivo para calcular el riesgo de los créditos que conceden. La realidad es que hay muchísimas deudas que no se pagan, quizás la mayoría y que no todos tenemos que pagar nuestras deudas, solo algunos, generalmente los eslabones menos fuertes de la sociedad. A los más poderosos se les permitirá «refinanciarlas» o «ampliar sus líneas de crédito».
  • Los mercados modernos de capital no operan al margen de los estados. Necesitan, por el contrario, un sistema organizado de represión, policial, judicial y militar, proporcionado por esos mismos estados para poder mantenerse.
  • ¿Qué es una deuda, al fin y al cabo?. Una deuda es tan solo la perversión de una promesa. Una promesa corrompida por la matemática y la violencia. Cuando hablamos de «deuda» como sinónimo de obligación moral de pago ante la cual debemos inclinarnos estamos asumiendo, implícitamente, el lenguaje del poder.

Más información:

Entrevista a David Graeber sobre el libro

Resumen del libro

(#Esta entrada tiene su continuación aquí –> Aprendiendo con Graeber (II): Necesidad de un sistema comunitario de crédito)

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