¿Es posible desarrollar una espiritualidad rebelde y libertaria?

imagen_13609A lo largo de la historia las comunidades humanas no han dejado de hacer esfuerzos por mejorar sus condiciones de vida. Este esfuerzo ha conducido a tremendas luchas tanto en el plano colectivo como en el individual, en un continuo enfrentamiento entre la pulsión que nos mueve hacia el arriesgado e incierto cambio emancipador y el inmovilismo conservador que, aún a costa en ocasiones de nuestra propia dignidad, nos aporta un cierto grado de certidumbre cotidiana. El término “espiritualidad” puede entenderse como la tendencia del ser humano a buscar un sentido, un orden de prioridades y una finalidad última que nos oriente en la toma de decisiones entre pulsiones contrapuestas, sobre todo en aquellas numerosas ocasiones en que nuestra limitada racionalidad se muestra clamorosamente insuficiente para alcanzar certezas y encontrar explicaciones a los avatares del destino. La trascendencia sería la capacidad del individuo para superar un mundo ausente de fines, en un intento por ampliar la búsqueda de respuestas con la formulación de nuevas preguntas que ya no se limitan al qué hacer y al cómo hacerlo, apareciendo el por qué hacerlo y, sobre todo, el para qué. En relación a este punto es paradigmático el dilema planteado en torno a los usos y aplicaciones de la energía nuclear. Efectivamente la ciencia y la tecnología nos ayudan a contestar a las dos primeras preguntas, más relacionadas con los procedimientos, pero se muestran muy poco operativas para dar respuesta a las segundas, más relacionadas con los fines. Es en ese terreno donde surgen disciplinas como la filosofía, la ética o la religión. Espíritu, según nuestro diccionario, puede ser definido como “principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo”, también como “Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo, vivacidad o ingenio”.

La batalla por encontrar las respuestas que nos ayuden a direccionar correctamente nuestros avances en conocimientos tecnológicos y logros materiales a lo largo de nuestra evolución, nos sitúa ante tendencias contrapuestas que se traducen en diferentes formas de espiritualidad. De manera muy simplificada podríamos establecer que conviven espiritualidades opresoras frente a otras liberadoras. Si tomamos como ejemplo a las tres grandes religiones monoteístas encontramos como un discurso originariamente rebelde, capaz de cuestionar la legitimidad del poder terrenal de reyes y banqueros, puede llegar a incorporar posteriormente una dimensión claramente opresiva y castradora de las potencialidades creativas de los seres humanos. Esto suele suceder en el momento en que dichas religiones quedan “domesticadas” por las élites gobernantes de las distintas épocas, como sucede claramente en el caso del cristianismo con su asimilación como “religión del imperio” en el siglo IV por parte de las autoridades romanas, en el caso del islamismo por la dinastía Omeya/Al-Saud, o en el caso del judaísmo por parte del sionismo político. Veamos otro ejemplo. Cuando las religiones monoteístas dicen “Solo Dios sabe, solo Dios posee, solo Dios manda”… ¿Qué quieren transmitir?. Bajo el prisma de una espiritualidad opresora que podríamos denominar “teología de la dominación” el mensaje se leería como una vía para forzar la sumisión del ser humano y la represión de todos sus talentos y capacidades más contestatarias y emancipadoras en beneficio de las castas privilegiadas, poniendo así las bases para su dócil y resignada explotación. Sin embargo también cabe una interpretación en clave liberadora y antiautoritaria de ese mismo mensaje si pensamos que el “Solo Dios sabe” hace referencia a la conveniencia de ser extremadamente cautos y humildes cuando aspiramos a establecer dogmas pretendidamente empíricos e irrebatibles que pueden terminar mostrándose dramáticamente equivocados, como sucede con la actual ciencia económica. Por su parte, el “solo Dios posee” podría ser una forma de poner en cuestión nada menos que el principio jurídico de la propiedad privada, piedra angular del capitalismo o que, finalmente, el “solo Dios manda” es un desafío directo al poder, una amenaza subversiva que confronta con la autoridad política de militares, papas o emperadores (como pareció entender el campesino cristiano Thomas Muntzer y otros muchos en la Europa del siglo XVI).

Si la espiritualidad es el esfuerzo por hallar el sentido y la finalidad última de nuestras acciones no sería descabellado una carta universal de las obligaciones del ser humano para consigo mismo y sus congéneres, formulada desde una filosofía de la liberación. Y… ¿Qué tal si el punto primero de esa carta fuera la obligación de no acumular bienes materiales por encima de una cobertura razonable de nuestras necesidades?. La búsqueda de sentido y el establecimiento consecuente de metas morales emancipadoras es una asignatura siempre pendiente para las sociedades de las distintas épocas y lugares. La mitología, la religión, la política, la filosofía no han cesado en esta búsqueda. Nos toca ahora a nosotras impulsar espiritualidades liberadoras frente a otras que históricamente han estado al servicio de las élites en su búsqueda de la legitimación de la explotación opresiva de otros seres humanos y de los bienes materiales que la naturaleza nos brinda.

Frente al fundamentalismo teocrático de los que se han empeñado en negar la dimensión histórica y material de la trascendencia el socialismo vertical estatalista cayó en el error de tratar de abolir el anhelo espiritual y trascendete en la historia de los seres humanos . Tanto una como otra son formas de reduccionismo que solo pueden ser superadas mediante el reconocimiento de aquellas formas de espiritualidad que se arriesgan a cuestionar lo establecido y a desafiar al poder político, económico e intelectual dominante para finalmente conseguir un progreso equlibrado entre las múltiples formas de vida existentes en nuestro entorno.

Para saber más puede consultarse la obra de autores como Victor Frankl, Roger Garaudy, Teresa Forcades, Abdenur Prado, Frank Hinkelammert, Enrique Dusserl, Leonardo Boff, Ernst Bloch, Pedro Casaldáliga y en general todos los pensadores relacionados con el anarquismo religioso (judío, cristiano, islámico, budista…).

2 comentarios to “¿Es posible desarrollar una espiritualidad rebelde y libertaria?”

  1. Nuestra mente es incapaz de conocer TODA la realidad. Solo maneja representaciones de esa realidad. Religiones, ideologías o teorías científicas comparten ese patrón conceptual. Es precisamente la teleología, la elección de objetivos, lo que marca la frontera entre la ciencia e ideología, filosofía y religión. Yo diría que la espiritualidad integra emoción y razón en la búsqueda de una representación de la realidad cada vez mas integradora donde el actor es a su vez el que escribe su parte del guión.

  2. Enhorabuena por tu blog, Camino a Gaia, siempre profundamente reflexivo y magníficamente documentado.

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