Su despedida ha sido digna de los políticos más hipócritas y maquiavélicos, esos que abandonan el barco cuando la cosa se les pone complicada para adentrarse en una vida relajada desde la que poder seguir moviendo los hilos, sin asumir incómodas responsabilidades ante la opinión pública. Esos que prefieren situarse lejos de los focos mediáticos tras amarrar la designación de sus delfines. Su balance de resultados, tras un mandato que comenzó en realidad hace más de 30 años, nos muestra una Iglesia católica con un crédito social en caída libre, experimentando una progresiva y putrefacta descomposición.
Juan José Tamayo, director der la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, nos dibuja este boceto como resumen de su trayectoria:
Por muy olvidadiza que sea la memoria colectiva –en este y otros muchos casos- hay cosas que no pueden colgarse en el perchero del olvido. No se puede olvidar la actitud inquisitorial del cardenal Ratzinger y de Benedicto XVI con sus colegas, los teólogos y las teólogas, desde que se hizo cargo del ex Santo Oficio, hasta su jubilación. Durante ese tiempo -más de seis lustros que, para algunos han sido una eternidad- juzgó, condenó, impuso silencio, censuró, expulsó de las cátedras, cesó como directores de revistas de teología o de información religiosa, suspendió a divinis, eliminó la libertad de cátedra, limitó la libertad de investigación, impuso su teología como pensamiento único, e incluso llegó a excomulgar a colegas por lo que subjetivamente creía eran errores y, laminó el pluralismo teológico con el consiguiente empobrecimiento para la teología.
Durante estos años ha humillado a las mujeres –mayoría en la Iglesia católica-, a quienes ha seguido negando la voz y el voto, les ha cerrado las puertas de acceso al sacerdocio, les ha negado los derechos sexuales y reproductivos, les ha impedido asumir puestos de responsabilidad, les ha impuesto una moral sexual represiva, no les ha permitido entrar en el ámbito de lo sagrado, las ha declarado en rebeldía y amonestado severamente –como en el caso de las Religiosas Norteamericanas- por seguir la voz de la conciencia y comprometerse con los empobrecidos.
Las mujeres han sido utilizadas, en fin, como sirvientas. Así seguirá tratándolas en su retiro el papa emérito Benedicto XVI, que tendrá a cuatro religiosas a su entera disposición. ¡Final patriarcal para el papa y humillante para las mujeres!
(Aquí puede consultarse el texto completo: Amnesia Colectiva – Juan José Tamayo)
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